«Mi nombre es Adrián»

Una historia de superación.

 

Muchas veces, como medio, buscamos las historias. En el deporte, cada atleta es una historia muy especial. Tú, tus compañeros, tu entrenador, tus amigos y tus rivales… todos tienen una historia qué contar, y estamos seguros de que esa historia es digna de ser escuchada. Adrián, al contrario, nos buscó para contarnos la suya. Se acercó a nosotros por medio de las redes sociales, esas redes que en estos días han estado llenas de tendencias divisorias y tensiones relativas a aspectos muy relevantes del país. En ese contexto, viene bien encontrarse con mensajes nuevos, como aquel de Adrián contándonos su historia personal de superación. Platicamos un poco más con él, y aquí te mostramos esa historia que nos contó y que nos hizo reflexionar un buen día. 

 

Mi nombre es Adrián. 

Soy un hombre que aprendió a no subestimar sus habilidades, y me siento extremadamente afortunado de poder estar física y mentalmente activo hoy, ya que era un muerto en vida.

Me motivan los retos que me he propuesto a nivel profesional, personal y deportivo. Sin duda, mi motor de vida, que me incita a seguir conquistando nuevas metas y retos cada vez más complicados, son mi esposa, mis hijos, mis padres, mis hermanos y mis alumnos, así como mi equipo VENTUM, quienes me alientan a seguir todos los días adelante.

Me crié en Ciudad Nezahualcóyotl, donde jugué desde los 8 años al fútbol, hasta llegar a 3era división profesional, hasta que una lesión en mi rodilla me impidió poder seguir entrenando a ese nivel y me tuve que retirar de lo que más amaba. Decido que ese capítulo de mi vida se tenía que cerrar, y que debía emprender un nuevo destino y continuar con mis estudios, ya que de algo tenía que vivir. En el proceso, no sé si fue por desilusión, dejé de hacer totalmente ejercicio y solo me enfoqué en estudiar y en ganar peso. Probé las mieles de otros deportes como el futbol americano, sin saber nada de este y por supuesto, me llegó mi segunda lesión en la misma rodilla, lo que, aunado a una distensión fuerte de hombro, hasta el día de hoy me sigue dando problema.


Me gradúo de la Universidad, ya casado y con un hijo, y por supuesto mi problema de obesidad se vuelve más evidente. Intenté hacer todas las dietas, todos los métodos habidos y por haber, y ninguno fue efectivo, pero claro el culpable nunca era yo, sino todos los demás: siempre culpando a todos, jamás acepte que mi falta de decisión y disciplina. Siempre me hacía caer una y otra vez. Con el tiempo y mi estadía en la oficina, mis malos hábitos hacían que mi problema cada vez se volviera más complicado, y las tallas de mi ropa seguían avanzando. Así pasaron metas y sueños que nunca más realicé.

Por supuesto, mi cuerpo empezó a cobrar las famosas facturas. Empezaron a llegar enfermedades de todo tipo: cardiovasculares, metabólicas, insomnio, depresión y también la penosa incontinencia. Obviamente, tomaba entre 10 y 12 pastillas diario, y pues dormía todas las noches con oxígeno. ¡Cómo no quería que ocurriera esto, si alcancé un peso de 167kg, con una estatura de 1.69!

Conocí a una terapeuta que me ayudaba a mantener mis rodillas y mi espalda, por que por supuesto ya empezaba con problemas, y me propuso visitar a un amigo suyo que me ayudaría con mi situación. Lo conocí un martes, y para el viernes, me mete a quirófano y casi me muero: me dan de alta, y llegando a casa, se me desencadena una infección subcutánea, de la cual del 100% solo el 1% se salva, y más si hay una cantidad de grasa como la que yo tenía. En fin, no les puedo describir la cantidad de inyecciones y el tratamiento al  que me tuve que someter para poder salir de ese problema. En fin, siguió pasando el tiempo, y claro: sí perdí 20 kilos, pero una vez más saboteé mi vida, y entonces recuperé 30 kilos más. Ahora si sufría para encontrar ropa en una tienda normal, y en ocasiones, de la pena de no encontrar ropa de mi talla mejor ni entraba. Algo sucedió que en las redes sociales encontré a una amiga de la secundaria, que tuvo un problema similar de obesidad, y decido escribirle para que me recomendara a su médico tratante, por que se veía feliz, saludable y, además, muy delgada. Me da los datos y me dice: «yo te hago la cita y te acompaño», pero una vez más lo deje pasar. Me voy de viaje con mis dos hijos mayores, según un viaje especial donde nos íbamos a subir los a los juegos y pasárnosla de lujo. ¡Cuál fue mi sorpresa que no me pude subir a ningún juego! Enojado, como si mis hijos tuvieran la culpa, decidí salirme del parque, rompiéndoles su ilusión y nuestros planes que desde meses antes teníamos hechos. Este viaje, junto con el dolor de mis hijos, fue lo que me llevó a decidir sacar mi cita y conocer, para mi gusto, al mejor de los equipos de doctores especializados en resolver problemas de obesidad mediante diferentes tipos de tratamientos, el Dr. Jorge Ramírez y su equipo de múltiples especialistas, que han sido como mis ángeles y que me ayudaron a quitarme una persona que traje cargando por más de 20 años. Eso sí, algo que debo de dejar en claro es que la operación no hace milagros: eres tú el responsable de mantenerte como te gusta. Y es que haber perdido tanto peso a mí me cambio la vida totalmente.

 

Hoy tengo 4 hijos y una mujer maravillosa que me alientan a seguir adelante para poder llegar lo más lejos posible. Nuestra meta, como familia, es no dejar que a nadie nos vuelva a
tocar esta desafortunada enfermedad, alentarnos y acompañarnos, y lo más importante siempre estar juntos, para seguir afrontando nuevas metas y retos. En Junio cumplo mi segundo año de vida, lo digo así porque la vivo plena y sanamente. ¿Recuerdan que les dije que abandone mis sueños y metas en alguna parte de mi vida? Pues ahora lo estoy recuperando: este 14 de Junio me gradúo de dos maestrías, he retomado la lectura, en Julio me lanzo del paracaídas… pero mi sueño, lo que se ha vuelto mi pasión, es el triatlón. Aquí me he vuelto un hombre con un gran control mental, con una disciplina férrea, enamorado y apasionado de mi deporte, ya que me ha dado mucho. Hasta mi familia es más unida, y lo mejor: mis hijos están empezando a seguir mis pasos. Mi sueño más grande es poder competir a lado de ellos algún día en un triatlón.

 

«Mi sueño más grande es poder competir a lado de ellos algún día en un triatlón».

 

Soy director general de un colegio con 700 niños, de los cuales también soy ejemplo de pasión, amor y lucha, y en el cual estamos implementando pláticas y programas para que a mis niños no les toque esta enfermedad y por su puesto se alejen de las consolas de juegos, tabletas y celulares, y que como padres nos demos oportunidad de entender que no es necesario tener que pagar ni un centavo para poder convencer a nuestros niños a que corran o salgan a andar en bici a algún parque.

Lo único que sé es que mi meta es poder tocar a muchas personas que están sumergidas en este problema, y con mi ejemplo de lucha constante y disciplina, si yo pude cambiar, creo

que muchos más lo podrán lograr. Métodos hay muchos, pero creo que el que es infalible es el de decidir querer cambiar y ser constantes. Mi lema en todas mis competencias es jamás caminar ni por un segundo.

 

 

El camino del deporte.

Decidí elegir el camino del deporte, principalmente, por mi problema de salud. Me lo recomendado por el doctor, pero a mí siempre me encanto hacer ejercicio y siempre he sido muy competitivo así que el ejercicio ya es esencial en mi vida: jamás lo dejare, porque nunca más volveré a regresar a mi peso anterior, y porque tengo muchos retos más en vida.

Elegí el triatlón porque, alguna vez en Veracruz, me tocó ver una competencia. A decir verdad, ni siquiera sabía que era eso, y pues me acerqué. Pude ver la cara de la gente al pasar
la meta y la piel se me enchinaba. Pensaba: «ojalá algún día yo pudiera sentir eso que la gente se ve que le produce el terminar una competencia». Después me informé y, la verdad, con mi problema de obesidad mi respuesta hacia mi persona fue «algún día…».


Posteriormente lo vi en Acapulco, y lo mismo. En fin, llegó el día de mi operación, y mi primer pregunta fue que si después de bajar los kilos que tenía que bajar, yo podría hacer un triatlón. La respuesta de mi doctor fue afirmativa. Pasó un tiempo en lo que me dieron de alta, y el doctor por fin me dijo que ya podía hacer ejercicio. Lo más chistoso es que uno de mis alumnos de prepa es triatleta, y ahora es compañero de equipo. El fue quien me resolvió todas mis dudas y me invitó a unirme a mi equipo, y ahora mi familia, Ventum. En mayo cumplí un año de haber comenzado mi preparación para lograr uno de mis sueños, uno del cual no quiero nunca despertar. 

 

Setenta punto tres.

Sigo teniendo muchas metas por cumplir. En el ámbito deportivo, quiero enfocarme en largas distancias, para poder hacer, a finales de este año, mi primer 70.3 en Cozumel. Y por qué no, el próximo año poder convertirme en todo un Ironman, pero fuera de mi país. No sé, Kona sería un buen reto.


 

La historia de Adrián es única, y nos muestra el espíritu de superación que el deporte implica. Todos tenemos nuestras historias, ya sea que las contemos o no, y en casos como este, le agradecemos ampliamente a los lectores tenernos la confianza de contarlas a más y más personas, ya que muchos se pueden sentir identificados y recibir una palmadita de apoyo con ellas. ¡Ánimo Adrián!