Conoce la historia de la monja que terminó un Ironman

 Dios es mi entrenador: Madonna Buder

 

 

Con 50 años cumplidos, la monja estadounidense Madonna Buder dejó por un momento los hábitos, tomó un par de tenis de segunda mano y unos shorts gastados y comenzó a correr para encontrar la comunión entre cuerpo, mente y espíritu tal como un sacerdote se lo había encomendado.

 

Clara, concisa y con un gran espíritu de superación. Madonna Buder tenía 48 años cuando dio sus primeras zancadas participó por primera vez en una carrera popular a los 50 años, hasta la fecha suma 325 triatlones, 36 de ellos de larga distancia, sin que las lesiones de hueso la hayan frenado.

 

“Al principio me pareció ridículo correr sin ninguna razón, salir sin destino, pero me convenció”, recuerda la religiosa, en su autobiografía The Grace to Race la también llamada Monja de Hierro narra cómo es que un día platicaba con el padre John, en la iglesia de Spokane, sobre los dones que otorga el Creador a sus hijos y la manera de utilizarlos sin ofenderlo. Eso estaba pensando cuando un día entre la ropa donada para la gente pobre encontró con los tenis y el short con los que comenzó la hazaña.

 

Aunque no tiene tiempo de entrenar como lo hacen los triatletas profesionales. Ella obtiene su condición física asistiendo a misa en bicicleta o correr rumbo a las comunidades necesitadas. Dice que Dios es su entrenador.

 

Madonna Buder consiguió su mejor marca en el Ironman de Canadá en 1992, a los 62 años de edad, 13:16.34 horas fue su tiempo después de nadar 3.8 kilómetros, viajar en bici 180 kilómetros y concluir con 42.195 kilómetros de carrera a pie.

 

“Uno nunca es mayor para comenzar a hacer cosas nuevas. Sólo hay que tener voluntad”, dice Madonna Buder, quien es monja desde los 23 años. Su rebeldía y afición por el triatlón no ha estado exenta de críticas negativas por parte de algunos integrantes de la comunidad religiosa, sin embargo ella está segura que: “si el Señor te da un don, estás obligado a utilizarlo».