¿Cómo rindes mejor? Frecuencia cardiaca Vs. Velocidad

¿Sabes cuál es el mejor parámetro para entrenar carrera?

 

En los últimos 25 años hemos  asistido a una auténtica revolución en la metodología del entrenamiento guiado, sobre todo por la introducción de recursos electrónicos cada vez más manejables y económicos que nos permiten cuantificar detalladamente tanto las cargas de entrenamiento como la respuesta del organismo ante la aplicación de las mismas.

Esta revolución comenzó con los monitores de la frecuencia cardíaca o pulsómetros y continua en la actualidad con los relojes dotados de GPS. Estos aparatos nos proporcionan una cuantificación objetiva del esfuerzo realizado durante un entrenamiento y nos ayudan a “educar” la percepción subjetiva del mismo.

 

La frecuencia cardíaca (FC) expresa la carga interna que supone para nuestro organismo un determinado esfuerzo, luego es una medida indirecta de éste. Los datos más relevantes cuando hablamos de FC son la FCMáxima (pulsaciones máximas que somos capaces de alcanzar), que es un  valor que no varía con el entrenamiento y si lo hace con el paso de los años, y la FCReposo (que son las pulsaciones que tenemos cuando estamos en actividad basal) y que varía con el entrenamiento, disminuyendo a medida que nuestro músculo corazón se hace más eficiente.

 

A partir de estos parámetros, y a través de una prueba de esfuerzo (descartamos la fórmulas matemáticas como 220-edad, por resultar muy inexactas), bien de esfuerzo máximo (test incremental) o bien de capacidad aeróbica (correr una distancia entre 5 y 21 km) para calcular nuestros umbrales, establecemos nuestras zonas de entrenamiento y competencia. No obstante, nuestra carga interna (FC) no sólo depende de la intensidad del esfuerzo y nuestra condición física (cambiante con el entrenamiento), sino de circunstancias que ocurren en nuestro interior (sueño, fatiga previa, nivel de estrés, cafeína, hidratación,…) y también en nuestro entorno (temperatura, altura, humedad…).

Con tal cantidad de variables interactuando sobre una sola respuesta fisiológica (la FC), puede ocurrir que nos encontremos parados en la salida de una competición calurosa, con una FC que indica que estamos rodando a 5’ el Km. y, en el polo opuesto, estemos haciendo unas series en subida dándolo todo, o después de unos días de duro entrenamiento nuestra FC nos diga que estamos en un trote regenerativo. Por ello, la FC es una inmejorable herramienta de diagnóstico interno (cuando nuestra experiencia nos enseña a correlacionar  ésta con nuestras sensaciones de esfuerzo percibido), pero puede ser inexacta o inducirnos a error cuando queremos entrenar a una determinada intensidad y sólo nos guiamos por este parámetro.

 

En el entrenamiento del ciclismo, conscientes de estas limitaciones, se han desarrollado los medidores de potencia, que salvan las lagunas de la FC  y nos ofrecen una medida directa y objetiva de la intensidad del ejercicio: los watts.  En el mundo del running, la evolución lógica de los pulso-dependientes se sitúa en la cuantificación de la carga a través de la velocidad de carrera (ritmo por kilómetro). Este dato supera algunas de las limitaciones de la FC; sin embargo,  no es la panacea, ya que nuestra velocidad se ve influenciada por el tipo de terreno, desnivel, etc.  Para solucionar estos inconvenientes, se recomienda hacer los test de campo (para establecer las zonas de intensidad) y los entrenamientos de intensidad (series) sobre los mismos escenarios.

 

Conclusión: ¿cuál es el método más adecuado para calcular la intensidad de nuestro entrenamiento? Nuestra percepción interna del mismo, la cual puede verse guiada con la ayuda de un pulsómetro y /o un GPS. Prueba en tu próximo entrenamiento a sentir a qué pulso estás corriendo (sin mirar el reloj) o a percibir a qué velocidad por Km. estás rodando. Te sentirás más vivo y educarás a la mejor herramienta que posees: tu cuerpo.